miércoles, 17 de agosto de 2011
PICO ORI Y PUERTO DE LARRAU. Pirineo Navarro /ORHI ETA LARRAÑE MENDATEA. Nafarroako Pirinioak /PIC D’ORHY ET COL DE LARRAINE. Pyrénée Navarre
En el extremo oriental de Irati, se elevan los 2.017 metros del Pico Ori, el 2.000 más próximo al Atlántico de los Pirineos. No es el más alto de Navarra pero bien puede ser el más señalado, morada del mítico Baxajaun (señor del bosque) y cumbre del macizo que protege esta parte del valioso hayedo-abetal de los vientos septentrionales. Desde Ori, se domina una vasta extensión. Con el cielo raso, dicen que puede verse hasta el Moncayo, más allá de Tudela y de la Comunidad Foral, el Cantábrico y, cómo no, la Mesa de los Tres Reyes (2.428 metros). A nosotros, la niebla no nos permite ver –esta vez– siquiera la bruja-veleta de la cima y, mucho menos, los circos glaciares de Alupeña y Atxurterria, en la vertiente Norte.
La vertiente Sur presenta barrancos y lomas que ofrecen despejados pastos de altura en las cotas superiores y abrigo para los bosques ladera abajo, donde brotan las regatas (erreka) que avenarán en el Pikatua, el Urtxuria y el Irati. El paisaje se cubre por completo con la soberbia alfombra forestal, de pliegues entrecruzados y múltiples tonalidades verdosas, que se prolonga desde Irati adentrándose en los valles de Aezkoa, del Salazar, de Belagua y de Roncal. En los tres últimos comienza la intrusión del pino.
En la cuerda del Ori, en las inmediaciones del Puerto de Larrau, encontramos puestos palomeros con pintura de camuflaje cada cien metros o menos. Ese aspecto militarizado nos desconcierta al principio, pero lo cierto es que entre este punto y el mar se ubica el principal paso europeo de migración de palomas. Evidentemente la antigua tradición de cazarlas con red ha evolucionado por aquí. Así que, amigos de la fotografía y de la montaña, si vais a crestear por el Ori alguna madrugada del mes de octubre, guardaos del tiroteo.
El pastoreo, que sí hemos tenido la oportunidad de presenciar in situ, nos agrada mucho más, no sólo por su naturaleza pacífica sino por el apetecible producto final: los afamados –con razón– quesos de oveja aezkoanos y roncaleses. El pastoreo en altura de las ovejas durante el verano y el empleo de la leche cruda en la elaboración son dos de sus “secretos”. Aunque el avance inesperado de ese rebaño a media ladera no resulta nada desconcertante, hay que decir que es todo un espectáculo. Queda demostrado que la marcialidad no es condición indispensable para la buena organización. Esas mismas ovejas, si procedían de Salazar/Zaraitzu, puede que vuelvan a las Bardenas en invierno. Los otros valles ya no practican la trashumancia.
Texto: Carlos G. Salazar
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