"Pura Vida" expresión de satisfacción usada en Costa Rica para manifestar pasión por la vida. Este blog nace con la intención de mostrar algunas de mis imágenes captadas en espacios naturales y rurales singulares. Con él, pretendo fomentar en el espectador un espiritu sensible para valorar y respetar el medio rural y natural.





¡Esto del medio ambiente! ¿Será porque ya destruimos la mitad?


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viernes, 5 de agosto de 2011

SELVA DE IRATI. Pirineo Navarro / IRATIKO OIHANA. Nafarroako Pirinioak / FORÊT D’IRATI. Pyrénée Navarre



Irati no es una selva. Mejor dicho, Irati no es sólo una selva, una frondosa masa forestal de más de 17.000 hectáreas casi sin explotar en la actualidad. Irati/Irabia es un territorio pirenaico encajado entre Orrega/Roncesvalles, al Oeste, y el Pico Ori, al Este, que comprende bosques, pastizales, ríos, incontables fuentes y regatas y varios valles con apacibles y pulcras poblaciones, edificaciones históricas, vestigios protohistóricos y tantas leyendas como crónicas reales.
En las Casas de Irati nace el río de la confluencia de los ríos Urbeltza (negro) y Urtxuria (blanco), en cuyas aguas –según nos aseguran– las truchas se mimetizan hacia el color de su río de origen. Fluye por el Valle de Aezkoa antes de alcanzar el embalse de Itoiz y prosigue su curso hasta desaguar en la cuenca del Ebro. Ahora bien, la toponimia existente en torno a la palabra “Irati” se extiende por ambas vertientes del Pirineo Navarro, la española y la francesa: desde el Alto de Irati o Abodi, a poco menos de 4 kilómetros al Sur de las Casas de Irati, en la demarcación del Valle de Salazar, hasta Iratisoro o Iratzabaleta, a unos 3 kilómetros al Norte de la frontera.
Por las riberas y por las sendas trazadas a media ladera de estas montañas, la naturaleza invita a pasear, más que a marchar, demorando el paso ante cada matiz cromático filtrado por el follaje de las aparentemente ingrávidas hayas y de los abetos. Entre estos, los ejemplares de arce, tejo, olmo, roble, boj, acebo y avellano reclaman igual atención. El frescor, en pleno mes de julio, recuerda la primavera destronada por el estío hace varias semanas en las regiones más meridionales de la Península. De hecho, aún es posible encontrar fresas silvestres, entre los afloramientos kársticos, la diversidad de helechos y el musgo.
Cuando los caminantes avanzan silenciosos, puede escucharse el repiqueteo hueco e infatigable –solo de percusión para el oído de Fernando– del pico dorsiblanco (pájaro carpintero), una rareza en Europa. Si acaso, a la caída de la tarde, puede sorprenderse a algún ciervo, reintroducido en 1955, o a algún jabalí. Los gatos monteses y los zorros son harina de otro costal. Por suerte para unos y desgracia para otros, ni con el oso ni con el lobo nos toparemos. Tampoco con el urogallo-basoilarra. Las rapaces como el milano, por el contrario, sí sobrevuelan las cimas, el monte bajo y los prados con arrogancia.




















Regocija ver que estas tierras han hallado, por fin, la paz que la historia les ha escatimado. La actividad humana, alterada o condicionada una y otra vez por las guerras y los litigios sobre la titularidad de sus espléndidos montes, se ha desarrollado en torno a la caza y la pesca, el pastoreo de la oveja “latxa” y de la rasa navarra, el aprovechamiento del bosque y, cuando la necesidad ha apretado, el contrabando. La cercanía de los pasos limítrofes de Bentarte –entre el Txangoamendi y el estratétigo Urkulu–, Egurgio, Kurrutxea, Errekaidorra, Juareguizarre y del puerto de Larrau, bajo el Ori, así como el aprecio en Francia a los caballos burguetanos, han propiciado esa actividad.
Por encima de conflictos e intereses históricos entre los estados y los imperios, los lazos ancestrales entre los pueblos o el pueblo, a uno u otro lado de la marca, no sólo se apoyan en los sólidos pilares de la cultura y la lengua euskera sino que siguen reforzándose con determinación desde hace siglos. Ejemplo de esto son las facerías o pactos de confraternización para el uso comunal y la vigilancia de los pastos, también de las explotaciones madereras, como las que mantienen los valles de Aezkoa–Garazi y Ronkal–Baretous. Así pues, para caminar por estos transitados montes y al menos en lo que toca a la educación, no viene mal cierto trilingüismo básico: “Buenos días” / “Egun on” / “Bonjour”.
Para acabar, una sola advertencia –afortunadamente no hay foto de esto, aunque casi llega a haber una a título póstumo–… ¡Ojo con enfadar a la vaca pirenaica!



Texto: Carlos G. Salazar

1 comentario:

  1. impresionante colección, me encanta el bosque de hayas, la paz que se respira en estos bosques es comparable a su belleza. un abrazo.

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